“El Capitán Araña” era el título de un tebeo -era como los niños de mi generación denominábamos a los comics- que se publicaba en los primeros años treinta por la editorial El Gato Negro. Se contaban en ellos las historias de un héroe callejero que, al frente de una partida de golfillos, luchaba contra malvados y truhanes en defensa de los humildes y perseguidos. Costaba diez céntimos y en mi casa oía hablar a mi padre de ese Capitán Araña. Ignoro si su creador tomó el nombre de un capitán que, al parecer, había en un puerto español, llamado Arana y que, a principios del XIX, cuando para hacer frente al movimiento insurreccional de los criollos para sacudirse el dominio colonial de España, hacían falta combatientes al otro lado del Atlántico, se dedicaba a embarcar gente, sin que él lo hiciera jamás. Esta actividad del mencionado capitán dio lugar a que surgiera el dicho de que el Capitán Araña -al apellido se le había añadido un virgulilla- embarcaba a la gente y se quedaba en tierra para referirse a quienes embarcan a los demás en una aventura, pero ellos no se arriesgan. Así al menos lo recoge el sacerdote gaditano José María Sbarbi y Osuna, experto musicólogo y filólogo, y buen conocedor de nuestros refranes y modismos lo que hicieron de él uno de nuestros mejores paremiólogos. Entre las obras que Sbarbi y Osuna dedicó a la materia, publicó en 1873 “Florilegio o ramillete alfabético de refranes y modismos comparativos y ponderativos de la lengua castellana”, donde señala que, según testimonio de personas de todo crédito, había en los comienzos del siglo XIX, algunos lo retrotraen al finales del XVIII, una capitán de barco, llamado Arana “nombre que el vulgo hubo de transformar luego festivamente en Araña”, que se dedicaba a reclutar individuos para mandarlos allende los mares sin que él se embarcase jamás. El filólogo gaditano, para referirse al Capitán Araña señalaba en el mencionado libro que con el Capitán Araña quedó acuñado el dicho: “Dícese por los que exhortan a otros a hacer aquello mismo de que ellos huyen”. En ese sentido lo emplea don Benito Pérez Galdós cuando bautiza como Capitán Araña al coronel Rada, en su Episodio Nacional: “Prim”.
No sé muy bien cuál es la razón por la que siempre que veo al líder de Esquerra Republicana de Cataluña, Oriol Junqueras, se me viene a las mientes el Capitán Araña. Quizá porque en este embrollo que desde hace varios años tienen montado los independentistas catalanes, a Junqueras siempre se le ve en las fotos, pero no toma decisiones que le puedan acarrear problemas judiciales. Eso es algo que hasta ahora ha dejado para los del PdeCat, a los que está laminando electoralmente y poniendo a los pies de los caballos judicialmente. Los problemas en el gobierno de la Generalitat derivan, en buena medida, de que no quiere coordinar el ilegal referéndum que pretenden celebrar el uno de octubre.
Aunque no lo creo, es posible que sólo sea una falsa percepción porque también me ocurre cuando veo una imagen del mencionado Junqueras, que no puedo evitar acordarme del retrato que al rey Enrique VIII de Inglaterra le hizo Hans Holbein el Joven, que se guarda en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza, siendo Junqueras un furibundo republicano. Hay alguna diferencia, pero si se toman la molestia de echarle una mirada al retrato en cuestión verán que, si destocan al monarca del emplumado sombrero con que cubre su cabeza…